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Tu trabajo no es ser guapa, sino ser tú misma

¿Cuántas veces te has pillado a ti misma… impidiéndote ser tú misma?

Ya sabes…

  • Escondiendo tu enfado tras una risita tonta y complaciente. 
  • Sintiéndote incapaz de hacer un vídeo en redes sociales porque te sientes fea-gorda-sosa-flaca-o-insulsa?
  • Tragándote tu insatisfacción porque quieres más, pero no te atreves a mirar en tu interior por temor a lo que puedas encontrar. 

Yo, un montón. Pero cada vez menos. 

Un día (no muy lejano, por desgracia) tomé consciencia de los enormes esfuerzos que muchas mujeres hacemos para parecer, ante todo, guapas. 

Guapas e inofensivas. Dóciles, buenas, deseables. Easy going, que dicen los anglosajones. Como nos dijeron que debíamos ser cuando éramos niñas. 

Y nos comportamos como si nuestro trabajo fuera ser modelos o estrellas de Hollywood.

Creo sinceramente que es algo tan asumido socialmente que no nos damos ni cuenta de la cantidad de energía que perdemos en ponernos el disfraz de guapas (y total, para qué, si de todos modos nos sentimos insuficientes, defectuosas o, directamente, deformes). 

Por qué ser auténtica es mejor

Por suerte, cada vez más mujeres están rompiendo con estos soporíferos clichés. A mí me encanta cómo lo hacen la periodista Danae Mercer y la humorista Celeste Barber con sus vídeos e imágenes rebosantes de desparpajo y humor en Instagram. De verdad… Si no las conoces, ¡corre a descubrirlas!

La gran Celeste Barber en acción.

Ellas saben que expresarte creativamente es lo contrario de esforzarte para salir bonita en la foto. 

(Aunque también queramos salir bonitas en la foto). 

Expresarte creativamente no tiene que ver con ser excéntrica o “especial”, sino con ser auténtica, con ser tú misma. Significa atreverte a mirar en tu interior, sentir lo que hay y expresarlo. Ya sea a través de la danza, de la pintura, de la escultura o, de lo que hablamos en este blog: la escritura.  

Porque escribir es una herramienta maravillosa para darte voz a ti misma. Sobre todo si eres introvertida o no se te da demasiado bien expresarte de forma oral. 

Escribiendo puedes (y debes) escucharte a ti misma, sanar heridas, imaginar una vida mejor, darte permiso para decir tu verdad y compartirla con el mundo sabiendo que siempre habrá alguien que se sienta identificada con tu experiencia o que tus palabras encenderán una luz de esperanza en otra persona. 

Pero eso no puedes hacerlo si te frenas por temor a resultar rara o por miedo al rechazo

Y si lo haces desde ese lugar superficial, en el que evitas ser clara, dar tu opinión sincera u ofender a alguien, tu escritura no será auténtica. Será como una de esas fotos de Instagram en las que forzamos la sonrisa para fingir que nuestra vida es un musical en el que siempre brilla el sol. 

“Indomable”: el testimonio de una mujer que se atrevió a ser sincera

Estos días estoy leyendo el libro Indomable (Ediciones Urano), de una autora norteamericana que se llama Glennon Doyle. Yo no la conocía (aunque es un best seller en Estados Unidos), pero su libro me llamó la atención por el subtítulo:

“Deja de complacer, empieza a vivir”. 

Compra el libro aquí

Doyle, autora de libros de no ficción, casada y madre de dos chicas y un chico, tenía 39 años y una carrera de éxito cuando se enamoró perdidamente y al primer golpe de vista, de una mujer. Entonces se replanteó su vida entera. El libro es la crónica de esa toma de conciencia que la lleva a decidir volver a escuchar su propia voz, esa que quedó apagada tras décadas de imperativos culturales, condicionamientos sociales y adicciones que la adormecían para no sentir dolor. 

Según Doyle, Indomable es un grito de guerra dirigido a todas las mujeres dispuestas a creer en sí mismas lo suficiente como para romper barreras, aceptar sus cuerpos, liberar sus instintos más sinceros y recuperar su yo más auténtico: su naturaleza indomable. 

Las “llaves de la libertad” para volver a ser tú misma

De este libro me han gustado las anécdotas sobre la vida personal de la autora, que no tiene pudor en desnudarse emocionalmente, y sobre todo lo que ella llama “llaves de la libertad”, que son estas 4:

Siéntelo todo. Todo quiere decir lo “bueno” y lo “malo”, pues al final esas son etiquetas que ponemos con la mente. Cuántas veces lo aparentemente “bueno” nos impide crecer y avanzar, y lo “malo” trae lecciones de vida valiosísimas. En el libro, la autora cuenta una hermosa historia: su abuela agonizaba, y ella acudió a despedirse. Aunque tenía miedo del dolor, descubrió que sentir ese dolor la hacía más humana porque la conectaba con todas las personas que alguna vez habían sentido lo mismo que ella: “El dolor nunca pretendió advertirme: Esto se acaba, así que márchate. Me estaba diciendo: Esto se acaba, así que quédate”. 

Quédate quieta y sabrás. Este consejo es el que más me ha gustado, porque creo que está lleno de sabiduría. Se trata de dejar de buscar en Google, de preguntar a otros, de quedarnos atrapadas en la duda… En definitiva, de dar brazadas en la superficie intentando no ahogarnos y atrevernos a ir a lo más profundo de nosotras mismas como quien desciende al fondo del océano. Allí, en ese lugar sin distracciones ni ruido, es donde escuchamos nuestra verdad (llámese sabiduría interior, Dios, alma o como cada una quiera). 

Atrévete a imaginar. Esta me encanta también porque habla de romper los límites mentales y darnos permiso para visualizar la vida que realmente queremos llevar. Para poder crearla en el exterior, primero tenemos que imaginarla. Y, por supuesto, te vuelvo a animar a que lo hagas mediante la escritura. Escribe sobre la vida más auténtica y hermosa que quisieras llevar. Escribe sobre aquello que deseas expresar creativamente. Escribe sobre tus sueños. Escríbelo todo y ten fe en el poder de la imaginación para hacer visible lo invisible. 

Deja que arda. Para construir algo nuevo hay que dejar ir lo viejo. Aunque duela, aunque cueste, aunque dé miedo. O, como dice Glennon Doyle, “la construcción de lo verdadero y hermoso implica la destrucción de lo aceptable”. Y con “lo aceptable” se refiere a los mandatos sociales que acatamos a cambio de (una ilusión de) seguridad y que terminan por apagar nuestro fuego. 

Termino con una pregunta que aparece en la contraportada del libro: ¿Quién eras tú antes de que el mundo te dijera quién debías ser?

¿Qué crees que pasaría si decidieras ser más auténtica?

 

4 Comentarios

  1. Ana Castillo

    Es maravilloso cuando te encuentra ese momento que te cambia la vida. Nunca es demasiado tarde, puede ser a los 25, puede ser a los 50… Yo era la que soy ahora, aunque me he vuelto todavía más salvaje a causa de mi rebelión contra lo que se supone que tenía que haber sido!
    Por cierto, muy buenas Danae y Celeste, gracias por difundir este mensaje 🙂

    Responder

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